EL CUENTO DE LA ROSA MAGICA
- Raquel Del Castillo Mayoral
- 15 dic 2018
- 5 Min. de lectura
Érase una vez un príncipe y una princesa que se querían mucho, pero el destino les hizo separarse. El príncipe tuvo que ir al Castillo de su familia porque los Reyes le echaban mucho de menos y tenía que terminar la construcción de la torre más alta del Reino del Sur que dejo a medias al irse a vivir al Reino Centro.
Ellos sabían que su amor era fuerte y aunque tuviera que estar un mes entero sin verse sabían que la distancia no les podía separar.
El príncipe la prometió que como mucho en un mes volvería y que no habría nadie en el Reino del Sur que le hiciese cambiar de idea sobre su amor por ella.
La princesa quería que su caballero se llevase con él algo que en los momentos en que la echase de menos le recordase que una parte de ella siempre está con él.
Se fue al fondo del bosque dónde sabía que existían unas Rosas que decían que eran Mágicas.
Cada uno se quedaría con una y cada vez que pensase uno de ellos en el otro la rosa olería con más fuerza.
Los primeros días no paraban las rosas de ambos de oler fuerte y cada vez más y más fuerte, a cada rato se podía notar lo mucho que se extrañaban.
Eran tantas las ganas de verse que a veces la impotencia de no poder les hacía discutir y enfadarse.
Un día la princesa pensó que el príncipe se estaba olvidando de ella porque la Rosa no había mostrado su olor tan fuerte en todo el día.
Como no recibía explicación empezó a imaginarse cosas.
Quizás el príncipe estaba con cualquier otra de su Reino, a lo mejor simplemente se había dado cuenta de que no la quería tanto como pensaba.
Entonces ella empezó a enfadarse y a montar en cólera.
Pensaba en vengarse, en pedirle explicaciones, en hacerle sufrir como ella estaba sufriendo, le pasaron mil y una ideas por la cabeza.
Cuando ya lo daba por perdido, el príncipe dio señales de vida, estaba preocupado y asustado porque la rosa se había vuelto negra y se habían empezado a caer varios pétalos.
La princesa ofendida dijo que como se le ocurría preguntarle por eso cuando él ni siquiera había pensado en ella ni un solo momento y había desaparecido.
Mientras ella no paraba de gritarle, vió detrás suya la Rosa que también se estaba marchitando y cayéndose los pétalos y entonces se quedó sin palabras.
El príncipe que por fin pudo contestarla le explicó que había estado tan ocupado construyendo la Torre durante todo el día que después se quedó dormido y acababa de despertarse.
Que lo primero que hizo fue acercarse a la rosa para olerla porque sabía que ella seguro había estado pensando en él y eso era lo que le ayudaba a seguir adelante, saber que ella estaría ahí cuando volviera, sin embargo se encontró con una rosa secándose, sin su color rojo vivo y cayéndose los pétalos marchitos.
Entonces ella le dijo que estaba viendo ahora mismo como su rosa se ennegrecia y también iba deshojandose poco a poco.
Ambos sintieron que algo no iba bien y se fueron cada uno por su lado.
La princesa intentaba regar la Rosa todos los días a ver si conseguía ese tono tan vivo y ese olor que desprendía siempre su querida Rosa Mágica pero no conseguía nada.
Una mañana entraban los rayos de sol por su ventana cuando ya habían pasado unos cuantos días sin noticias de su amor, sin embargo se sintió como si hubiera tenido un maravilloso sueño, se estiró y de repente sonrío como siempre lo hacía antes.
Se sentía muy bien con ganas de afrontar un nuevo día.
Estaba confundida, ¿porque de repente tenía más fuerzas que nunca para afrontar la vida?
Entonces al levantarse de la cama percibió un olor diferente, muy sutil pero lo suficiente como para notarlo. Empezó a seguir el olor para saber de donde salía y cuando se dio cuenta se vió frente a su querida flor, que estaba recuperando de nuevo su tono rojizo y le estaban creciendo pétalos nuevos.
Se alegro muchísimo, sabía que a pesar de todo él seguía queriéndola y acordándose de ella.
Con el paso de los días la Rosas fue sanando y poniendose tan bella o incluso más que cuando la recogió en el bosque y su olor era tan potente que podía notarse desde cualquier parte del Castillo.
Cuanto más la miraba más recordaba porque estaba tan enamorada de su Príncipe, lo especial que era para ella y las ganas que tenía de volver a verlo.
Cuando se dió cuenta, habian pasado ya casi los 30 días.
Entonces se asomo como todas las mañanas a su ventana y quedó sorprendida por lo que vió, ¿era real? ¿aún estaba soñando?...
Era su Príncipe, estaba aún más guapo de lo que lo recordaba, con su increíble sonrisa qué le hacía olvidarse de todo lo que había alrededor.
Se froto los ojos y sé fijo bien que llevaba algo entre sus manos, resplandecía, era tan hermoso y también percibía un olor que encandilaba, tan dulce...
Bajo corriendo para comprobar que todo era real, y ahí estaba su gran amor, sujetando la Rosa que ella le entregó, pero estaba más grande frondosa y con un aspecto más vivo que nunca.
Ella sonrió y subió corriendo sin decir una palabra y volvió aparecer rápidamente en la puerta llevando también su Rosa Mágica que también brillaba con una intensidad casi cegadora.
¿Cómo es posible? - dijo ella..Ví como se marchitaba y se caían todos sus pétalos.
Él la cogió de la mano y la contestó :
Mi vida hemos estado a punto de echar a perder esto tan bonito que tenemos por la impaciencia y la desconfianza.
El mismo ansia de quererme tanto y desear que volviera creó una brecha entre nosotros.
Cuanto más veía los pétalos caer más me enfadaba y seguramente tu rosa cada vez estaba más marchita también.
Por el miedo de no querer perdernos, casi nos separamos.
Un día que contemplaba la Rosa prácticamente destruida, empecé a pensar en nosotros, en como cada vez que ha habido una situación difícil la hemos superado y recordaba lo feliz que me hacía verte sonreir.
Y de repente la Rosa empezó a recuperar su belleza y sabía que era porque a pesar de todo y de lo que había pasado, tú también pensabas en mí y me seguías amando, eso me ayudó a seguir, saber que al volver me encontraría con esa sonrisa que me desarma.
La princesa llorando de felicidad le abrazo y le dijo:
Después de esto he comprendido que tenemos que cuidar nuestro amor, al igual que cuidamos está rosa. Que las inseguridades, las desconfianzas y las discusiones sólo hacen que se pierda parte de la belleza de lo que tenemos.
Y si no ponemos de nuestra parte puede llegar a desaparecer algo tan bonito.
Nosotros creamos nuestra propia Rosa y será tan hermosa y perfecta cómo elijamos que sea nuestro amor.
Al día siguiente los dos fueron al bosque a plantar la Rosa en el mismo sitio en el que 30 días antes la había recogido, ya que ahí era donde debía de estar y ellos ya no necesitaban algo que le recordase que el amor es algo que tiene que cultivarse y aunque a veces pueda debilitarse siempre puede hacerse más fuerte si los dos quieren.
Y así termina el cuento de la Rosa Mágica.
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